domingo, 27 de enero de 2008

inmaterial

Cómo podría dejar de estar parado, si hacía tanto tiempo que había perdido todas sus esperanzas… Ahora como siempre, quiere que se muevan sus piernas, pero no. Echan raíces aun más profundas.
Cada tanto abre sus ojos y suelta un quejido. El deseo de despegar lo ahonda cada vez más en ese pedazo de tierra, por eso trata de no desear, pero es casi imposible.
Tiene dos monedas en cada mano. Cada una debe ser utilizada para algo muy especial, pero lo especial no aparece. Lo único que aparece es su deseo de moverse en pasos, pero para ésto no pueden usarse.
Cerca suyo, una bailarina gira al ritmo de un tambor. Sus zapatillas ya no tienen suelas. Ella gira sin rostro, sin odio. Él estira su mano, y le alcanza una moneda. La bailarina ríe a carcajadas. Él vuelve a cerrar sus ojos, mientras ella escapa vestida de verde y azul. La piel de él empieza a resquebrajarse, sus llagas se llenan de cal y cemento. Cuando suelta sus seis monedas, (si seis; dos en cada mano) se desvanece y cae de rodillas sobre la piedra. Sus dedos flacos, sus uñas sucias, y el charco de sangre a su alrededor, cuajan el corazón de la tierra. Entonces un cuervo gigante se posa sobre su pecho; lo observa fijamente; y se traga sus monedas.

Pato